Yo, medio a escondidas; los doctores y las enfermeras, medio que se hacen de la vista gorda, siempre y cuando no me descare ni se me pase la mano. El caso es que de vez en cuando me están dando chance de echarle un ojo al teléfono, aunque en general me lo tengan prohibido.
Han de saber, los doctores y las enfermeras, que checar mi teléfono una o dos veces al día me hace muy bien y contribuye a mi recuperación. Y no porque todas las noticias que leo de política siempre sean agradables, pero sí porque he podido recibir la avalancha de buenos deseos y bendiciones que amigas y amigos generosamente me han transmitido -y que diario siguen llegando-, especialmente por Facebook y Whatsapp.
Estoy mejorando, gracias a Dios, pero como todavía no está el horno para bollos, no he podido responder sus palabras de aliento de forma personal, pero sépanlo: las he leído y las agradezco de corazón.
Si algo bueno le tuviéramos que encontrar a cualquier enfermedad -aunque ninguna es deseable ni para uno ni para nadie- es que la salud quebrantada nos permite sentir el afecto de la gente que nos rodea, estén cerca o estén lejos. Creo que me ha escrito más gente que en mi cumpleaños. Saber que me llevan en sus oraciones y que me desean lo mejor, es un aliento que, como dije, ayuda en mucho en estos momentos.
También, la enfermedad nos confirma la fragilidad de la vida y de la salud. Y al recordárnoslo, nos renueva el enorme valor en que debemos tenerlas. El recordatorio de que nos podemos ir en cualquier momento de este mundo nos ratifica -porque en el fondo sí lo sabemos- que estamos aquí para aprovechar nuestro tiempo, ser felices, corresponder a la gente que nos quiere y, muy importante, servir a los demás.
Y tratándose del miserable Covid, que a tanta gente valiosa nos ha robado en estos dos años, nos reitera que tenemos que seguir cuidándonos, que esto no es juego, que las vacunas -yo tengo dos dosis- ayudan a que no nos pongamos muy mal o nos muramos, pero no hacen magia.
Con este renovado espíritu y con muchas ganas de regresar a chambear, todo parece indicar que todavía hay Juan Javier Gómez Cazarín para rato.
Al excelente equipo médico que ha estado pendiente de mí, comenzando por el doctor Xicoténcatl García Jiménez, muchas gracias.
A todas y todos los que me han mandado su energía positiva, muchas gracias.
Pero sobre todo, a Dios, muchas gracias.
Como dice la canción, gracias a la vida. La canta Mercedes Sosa, pero a mí me gusta con Chico Che.
*Diputado Local. Presidente de la Junta de Coordinación Política del Congreso de Veracruz.