La maestra Delia reventó la pala de madera en mis nalgas luego de haber pasado por otros seis o siete compañeros. Estábamos castigados por haberle agarrado la mano a Paulino con la puerta. Mi madre le tenía miedo a la maestra porque era muy estricta. Después de esa travesura, mi madre no se tentó el corazón para pedirle a la maestra que si tuviera que “corregirme”, así lo hiciera…
Después del tablazo, ya no hubo lugar para más travesuras…
II
Daniel tocó a la puerta pidiendo permiso para entrar al salón. El maestro Anselmo se lo negó. Ya era tarde y había empezado la clase. Daniel soltó entre dientes un “Puto” que por el silencio que había en el aula, fue como si lo hubiera gritado. Todos lo oímos, incluido el maestro de Matemáticas quien le dijo a Daniel que estaba reprobado por todo el año y no lo quería ver en su clase. Fue reportado y sólo se presentó hasta los exámenes extraordinarios. Hablo de 1982, primer año de Secundaria.
El mismo Daniel, en segundo año de Secundaria, gustaba de alburear a la maestra de Biología, cuyo padre nos daba clases de Civismo.
–¿Su papá ya es grande?
–Sí! Ya está grande– respondía ingenua la maestra ante la reprimida risa de muchos de los albureros del salón.
Daniel ya no llegó a tercero.
III
El maestro de Matemáticas entró con dos estudiantes colgadas de sus brazos. Joven, con un ego inflado por algunas compañeras que lo piropeaban, siempre que ingresaba al salón, veía su reflejo en la ventana. Su vanidad le permitió ver a mi amigo Yeyo haciéndole muecas por atrás. Soltó a la joven que traía en la izquierda y metió un codazo en el estómago de Yeyo quien se dobló perdiendo el aire. Sí, en ese momento fue reprobado y hasta los extraordinarios. Hablamos de 1986-87. Estábamos en la Prepa.
Teníamos al maestro Silva, un viejo cara de búho, por sus grandes ojos sabios y andar calmado, pero con la fuerza para someter a los jóvenes con jalón de patillas, golpes con los nudillos en los brazos, y con castigos como el de “Aguilita”, en cuclillas en una esquina del salón.
Sí, éramos irreverentes, irrespetuosos, pero sometidos de un modo u otro, por un maestro o maestra con el carácter suficiente para meternos en cintura.
IV
Es la serie del momento en Netflix. Si no la ha visto, tiene que verla y qué mejor que hacerlo este fin de semana. Son cuatro capítulos de una hora cada uno. En casa la vimos el fin de semana pasado. Me atrevo a recomendarla porque es excelente y por culpa del reportero Alejandro Ávila, quien durante toda la semana, nos tuvo al tanto de algunos sucesos que quizás sean cotidianos pero no por ello, normalizarlos. A ello agreguemos la cruzada que hace la GoberNahle en compañía de la titular de Educación, Claudia Tello, por escuelas primarias.
En el caso gubernamental, la idea de la GoberNahle y Tello es conocer las condiciones en que se encuentran las escuelas así como el sentir de los docentes y de los padres de familia.
En el caso del reportero, toda la semana nos bombardeó con temas que me hicieron recordar a cada rato la serie Adolescence: niñas enfrentándose a golpes; niños compartiendo fotos de escenas en el baño; una madre jaloneando del cabello a la compañera de su hija, por hacerle “bullying”; tres niñas revolcándose en el suelo agarrándose a golpes mientras que en el video se alcanza a escuchar un “¡Mátala!” por parte de una joven espectadora. Todo esto en nuestra entidad.
Después de esta gama de información por parte del reportero Alejandro Ávila, era inherente no pensar en la serie de Netflix y sobre todo por los jóvenes que nos expone en dicha producción.
Sí, porque si nos quedamos en el personaje de “Jamie”, caeríamos en el círculo vicioso en el que nos traía el gobierno de Cuic con sus “hechos aislados”.
De un modo u otro, la serie no sólo retrata a “Jamie” y a su familia, sino al comportamiento en general de alumnos imposibles de controlar… irreverentes, irrespetuosos, frágiles a la crítica y explosivos…
Sí, es posible que si este texto se hubiera leído hace 30 años, quizás nos hubiéramos encontrado (dixit Cuic) algún hecho aislado, como el que platico al inicio de esta columna; pero después de leer las notas que nos estuvo mandando Alejandro Ávila, podría decir que no estamos muy lejos de “Adolescence”... ¡Tienen que verla!